martes, 22 de septiembre de 2009

Venecia

Tenía altas expectativas de Venecia. Hace 6 años estuve en Italia y por no conseguir alojamiento, me quedé sin conocerla. Por fin, me saqué la espina, y Venecia resultó ser lo que esperaba y más.

Es realmente mágica, y ciertamente, única. Los canales, las callecitas, las pequeñas iglesias, los grandes palacios, y lleno de tiendas y restorancitos puestos con el más fino de los gustos. Obviamente, no pueden faltar las góndolas, con sus gondoleros cantando y tocando el bandoneón, actores que tienen a toda la ciudad como su escenario. Ni qué hablar que me conformé con tomar el vaporetto, no necesito viajar en góndola para contagiarme de la magia de Venecia. Ahora, por suerte Venecia tiene mucha magia que dar, porque en hora pico el vaporetto es comparable con un cutcsa, lleno de gente y con guardas antipáticos. El Gran Canal es tan divino que uno se olvida de todo.

Infaltable, la visita a la isla de Murano para ver la fabricación del famoso vidrio, con los hornos, las piezas de vidrio al rojo vivo (1200ºC, dijeron) y blandas como goma, siendo sopladas a pulmón y formadas a mano.

Y por último, pero no menos importante, la Plaza de San Marcos, con sus centenares de palomas que si vuelan, es bien bajito porque saben que la comida está en el suelo, con los turistas que quieren posar con ellas. San Marcos me recordó mucho a Santa Sofía de Estambul en su interior, dorada, bizantina y algo mezclada con mezquita.

Me voy de Venecia con el mejor de los recuerdos, ciudad hermosa y surreal.

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