domingo, 23 de agosto de 2009

La capital de la revolución

Moscú es muy difícil de describir. Tiene muy poco de antigua o de histórica, es en su mayoría de arquitectura soviética, que la hace asemejarse en parte a las ciudades chinas y también latinoamericanas, bloques de viviendas y edificios de estado altos y austeros, y grandes avenidas. Se parece más a Brasilia que a cualquier ciudad europea, y si tengo que compararla con alguna que haya visto en el viaje, por temas de escala y grandes edificios y avenidas, compararía con Beijing.

Es que Rusia es un intermedio raro entre Asia y Europa. Así como los turcos eran una mezcla de ambos, tenían un poco de las dos, a Rusia le pasa lo mismo pero al contrario, no termina de ser ninguna, son vagas similitudes, es simplemente Rusia.

Tienen la frialdad de los nórdicos, pero la brusquedad de los chinos. No es que sean maleducados, es que no te tratan más de lonecesario: están para venderte tomates y darte el vuelto, no tiene objeto darte los buenos días y mucho menos sonreír. Además, en serio acá nadie habla inglés, y si no te entendieron de entrada, se enojan y hasta te pueden echar de su almacén, nada que los haga perder el tiempo!

Notamos en los rusos tres características llamativas:

- hay un quiebre generacional impresionante, que se nota sobre todo en las mujeres. De 60 años para arriba, son robustas, de rasgos duros y con pañuelos en la cabeza, onda matrioskas (no digan mamushkas en Rusia!), hasta los 30 años, son modelitos, flacas, super producidas y vestidas de última moda, y en el medio, mujeres que se arreglan, pero con ropas y peinados ochentosos, como que se quedaron en el medio de las mayores y las jovencitas.

- Salvo para trabajos de policías y securities, todas las trabajadoras son mujeres: recepcionistas, mozas, encargadas de museos, guías turísticas, supermercados, almacenes, etc. Vemos hombres en la calle, en el metro... pero casi no se ven en los trabajos de servicios.

- los rusos son sumamente supersticiosos, quizás porque durante años se les censuró la religión. Así como se tiran monedas en la fontana di Trevi, sólo en la plaza Roja hay como 4 lugares en los que los rusos (no los turistas) tiran pila de monedas, y en una de las estaciones de metro (espectaculares, por cierto!) es tradicion tocarle el hocico a la estatua de un perro para la suerte. El bicho tiene ya el hocico lustrado, y la gente se lo toca al pasar de manera mecánica, asi sin pensar, pero nunca dejando pasar la chance de la buena suerte que eso implica.

La plaza Roja es imponente, un espacio enrome comparable al zócalo de México, y es como un imán, toda la vida de Moscú termina pasando por ahí. Ya van a ver las fotos para entender de lo que hablo, es de un poder de atracción impresionante.

Me quedo sin tiempo, los dejo por acá, y apenas pueda, subo más fotos!




La capital de los zares

Tras una breve escala en Helsinki, Finlandia, salimos hacia San Petersburgo. Nuestro guía, Marcel, que es un enamorado de Rusia, nos decía que íbamos a encontrar un país único,diferente, con una identidad propia.

Personalmente, lo que más me impactaba y me costaba asimilar era el hecho de que estaba limitando por tierra con lugares lejanísimos que ya visité como China,o Japón. Las dimensiones de Rusia son una cosa increíble.

San Petersburgo fue creada por el Zar Pedro I, quien había estudiado en Amsterdam y quería para sí una ciudad con canales y también una flota armada, así que su capricho fue crear una ciudad en el margen de un río y con muchos canales artificiales.

El resultado es una especie de Amsterdam, o Venecia (que aún no conozco en persona) trmendamente sobredimensionada. Si hay algo que los rusos no conciben es la escala pequeña. Enormes edifcios, enormes puentes, enormes canales, enormes monumentos.

Si me piden un sólo adjetivo para san Petersburgo, digo: rococó. Si me piden dos, sobredimensionado rococó. Que no se me malintreprete, porque suena a que no me gustó nada, y no es eso. San Petersburgo es una ciudad llena de historia, lujo y muy bonita. El tema es, creo yo, que no puede ser distinta a lo que es. Para poner un ejemplo, en la avenida Nevsky, la principal, estaban construyendo un nuevo edificio... y en la imagen final se veía que iba a ser con la fachada barroca. Es que, un edificio con diferente altura, diferentes ventanas, diferente ritmo, rompería estrepitosamente la imagen que ya tiene esa avenida. San Petersburgo, o al menos su centro,va a ser para siempre barroca, no puede ser diferente.

Lamentablemente estuve pocos días, y encima con lluvia así que no pude pasear tantocomo hubiera querido. El verano de los rusos es como el de los escandinavos, mucho abrigo para nosotros, minifaldas y shorts para ellos. Una de nuestras guías, rusa, decía que el invierno pasadono fue tan cruel, sólo llegaron a ¡menos 20ºC! y que es normal llegar a menos 38... así que bueno, ellos disfrutarán su verano mientras yo me abrigo!

domingo, 16 de agosto de 2009

Suecia

Estocolmo es más urbana que Copenhague, pero igual de encantadora, con canales y puentes, que según cuentan, usan para patinar en los crudos inviernos.

La gente es muy linda, la más linda que he visto hasta ahora. Las chicas que nos adoptaron en su camioneta estaban de fiesta con los chicos suecos. No digo que Nicolás no lo estuviera con las chicas suecas, pero siendo el único varón del vehículo no tenía con quien compartir la experiencia.

Al igual que en Dinamarca, la bandera nacional en la mayoría de los lugares flamea a la par de la del resto de los países escandinavos, se ve que se toman la hermandad vikinga muy en serio. Otra cosa que tienen en común es que es imposible conseguir bebida fría y sobre todo, hielo, ¿no es acaso una ironía?

Las normas de tránsito también son las mismas… creo que los franceses se preguntan por qué cada vez el resto de Europa los odia más y más. No sospechan que una flota de unas 30 camionetas Renault con la matrícula de su país hacen estragos en el tránsito de cuanta ciudad visitan, año tras año.

Siendo Estocolmo una hermosa ciudad y con hermosa gente (aunque no demasiado simpática), tuvimos que resignarnos a hacerla sólo en una escala de 2 días en nuestra carrera por alcanzar el ferry que nos llevaría a Helsinki, Finlandia.


Dinamarca

Copenhague es tal cual las fotos de las latas de las galletitas danesas, y menos mal que así es porque así me la imaginaba, hubiera sido si no un fiasco total para mí. Hay muchos edificios que parecen castillitos, mezclados con modernos edificios de oficinas (esos no aparecen en las latas de galletas) y canales que la gente usa para deportes acuáticos y chapuzones en días con temperaturas que a los sureños nos parecen días frescos de otoño. Basta con vernos la ropa (y por supuesto que las caras) para adivinar que somos de tierras con veranos más calientes.

Destaco el barrio Christiania como particular, barrio amurallado que se considera ajeno al resto de la ciudad y al país, al salir de él se lee “usted está entrando en la UE”. Tiene historia y fama de barrio hippie, pero de los hippies originales no queda nada, hoy es un barrio de okupas que no permiten sacar fotografías, porque acá sí, a diferencia de la zona roja de Amsterdam, la ilegalidad es ilegal y el ambiente pesado. Carla, como siempre en la luna, no leyó los miles de carteles que decían “no photo” y sacó un par. Un tipo, furioso, le gritó y le tiró la botella de agua de plástico que estaba tomando, con tal mala puntería que me atinó a mí, y la obligó a borrar las fotos de manera bastante violenta. Entiendo que Carla estaba en total infracción, pero hay formas y formas… como dije, de barrio hippie amor y paz no queda nada.

No tenía grandes expectativas de Dinamarca para la arquitectura moderna, y fueron superadas con creces. Los precios son ridículamente caros, pelea con Jordania el puesto al país más caro del viaje. Siempre se puede superar un récord, pero espero que no haya más competidores en lo que me queda del viaje.

Como buena sureña, tengo la tendencia a creer en la relación de proporción directa norte-civilización. Me llevé dos sorpresas: la primera, el tránsito es desordenado y mal señalizado. Mejor dicho, mal pensado, un auto puede doblar mientras otro circula derecho en la dirección contraria y cosas del estilo. Ellos parecen funcionar bien, y nos tocan bocina si dudamos un segundo (en serio, un segundo) frente a señales de tránsito que atentan contra nuestro instinto y sentido común. La segunda, dos camionetas fueron víctimas de robos, les rompieron ventanas en plenas zonas céntricas y se llevaron mochilas, una de ellas sólo con ropa, otra con dinero… y un pasaporte. Sin comentarios, lo que importa es que el damnificado logró tramitar a tiempo un nuevo pasaporte y una nueva visa rusa.

Lamentablemente, sólo Copenhague como ciudad y sólo dos días de tiempo es lo que pude dedicar a Dinamarca. Para poder salir del país, fue necesaria una redistribución. Rusia o no Rusia, esa es la pregunta. Al mejor estilo Hamlet (y como coincidencia, estando en su tierra natal), nos preguntábamos eso unos a otros para encontrar la forma en la cual los que no fueran a Rusia pudieran quedarse sin cruzar a Finlandia, porque ferry de ida y vuelta sobrepasaba el presupuesto, y más de una semana clavados en Finlandia sin retorno no daba. De los cuatro que íbamos a Rusia, Paula se acomodó en la camioneta de Pablo y los chicos, y nosotros nos intercambiamos Nico, Lore y yo por Alejo y Nati para llegar nosotros al ferry y ellos quedarse y quizás hacer Noruega y ver los fiordos. Nos reencontramos a nuestro regreso de Rusia, en Helsinki.


Holanda, segunda parte

Con la llegada de Nico, mi estadía en Amsterdam se volvió más urbana, abandoné el camping por un hostel en la ciudad y hasta me pude vestir con ropa un poco más coqueta, en vista que no había peligro de que se ensuciara con barro…o guisos. Con él visité, por ejemplo, parques y la casa de Anna Frank, lo más turísitico o típico, saliendo de la visita de obras de arquitectura. El resto de mi camioneta hizo un día más de Rotterdam y estoy segura de que daba para verla de nuevo otro día, pero yo, aún habiéndome quedado más que ellos en Amsterdam, estoy convencida de que me queda mucho más aún por ver, no hubiera dudado en quedarme incluso más días de haber podido.

Conocí la famosa zona roja. A decir verdad, la imaginaba más grande, y más… roja. No sé, quizás me había armado una idea de que era algo así como Río cuando es carnaval, pero no, es una “ilegalidad legal”, como todo se permite, no hay desbunde, encontré un perfil bajo en todo el asunto, por lo que veo que los holandeses, que no cruzan jamás con la luz roja, son igual de holandeses en toda la ciudad.

Abandonamos Holanda visitando Hilversum y Ultretch, o mejor dicho, obras concretas de cada ciudad. Lamentablemente, y aunque ya lo sabía, a la casa Schröeder la ví solo de afuera, no se puede sin cita previa. Les dedicamos sólo un rato, porque andábamos apretados de itinerario por un error que hubo, y necesitábamos llegar a Copenhague antes de lo previsto, así que fue un surtido de super, diesel y horas de carretera. Hicimos una breve parada por Hamburgo, ciudad realmente bonita, pero de Alemania conoceré más a mi regreso de Rusia.


lunes, 3 de agosto de 2009

Entre bicis, molinos y tulipanes

En este ritmo frenético de los últimos días, encontramos en Holanda el lugar para hacer sede, para asentarnos, aprovechando las cortas distancias de las ciudades a visitar. Hicimos base en un camping en las afueras de Amsterdam, y tras un día libre de esparcimiento, levantarnos tarde (y lavar ropa!!), planeamos los días siguientes. El tema de Amsterdam era que en esos días había un gay parade y la ciudad estaba demasiado movida, así que elegimos ir a Rotterdam. Ciudad Portuaria e industrial, pero con mucho diseño, muy bonita.

La Haya, en cambio… Juan la describió, muy acertadamente, como un “cementerio de maquetas”, edificios todos diferentes, apilados sin tener nada que ver entre sí. La lluvia que nos agarró en la mitad de la ciudad sin duda debe haber influido en nuestro estado de ánimo, pero, sinceramente, no me gustó demasiado.

Ahora, como Amsterdam no hay…. Lindísima ciudad, llena de canales y puentes, con todas lindas vistas y ninguna librada al azar,por el contrario, cada esquina, cada muelle, cada puente, fue cuidadosamente prediseñado y pensado. Barcos y bicicletas es el sello personal de Amsterdam. Y para los que estudiamos arquitectura, ninguna ciudad hasta ahora me había ofrecido tanta variedad en tipologías de viviendas, todas diferentes, todas buenísimas. Da para estar varios días. Ahora, Holanda tiene dos grandes carencias, y para mi fundamentales: baños públicos (son escasísimos, y los pocos que hay, se pagan), e internet, que no se consigue en ningún lado.

Si están esperando comentarios sobre la famosa zona roja, van a tener que esperar porque aún no la conozco. Aún así, ya tengo mi teoría de que tanto la zona roja como la legalización del cannabis fueron estrategias para fomentar el turismo, porque la ciudad es muy bonita, pero la simpatía de los holandeses sin duda no son un atractor…

Por acá los dejo, ya mi próximo post va a ser en una etapa del viaje diferente, aunque a nivel meramente personal: mañana llega Nicolás a acompañarme en los dos últimos días de Holanda, y sigue de largo hasta Berlín.

Es martes, debe ser Bélgica

Tal como la película del título, estos últimos días, y de ahora en más en este viaje, vamos saltando de ciudad en ciudad, de país en país, aprovechando que las distancias de Europa son abarcables. “Es como de Montevideo a La Paloma”, “es como ir a Durazno”, cálculos del estilo. Y de casualidad, llegamos a Bélgica un día martes.

Brujas es simplemente hermosa, una ciudad de juguete. Es encantadora, llena de puentes, canales, cisnes… y la encontramos en una tarde de verano lindísima (verano de verdad), con familias comiendo helados, flores… es verdad que se recorre en un solo día, pero da un poco de pena irse. Fue la primera vez en que comunicarme me costó de verdad, el flamenco no tiene nada que ver con nada que conozca, y el acento no ayuda a mi precario francés.

En Bruselas me fue mejor, porque se habla francés y fue más accesible. Bruselas es más ciudad, esperable en una capital. Uno ve edificios modernos, calles más importantes, y la Grand Place, amurallada por sus edificios góticos y barrocos, queda escondida, y uno se la encuentra de sorpresa entre el centro de la gran ciudad. Es como un espacio aparte, lleno de movimiento, de gente, de turistas y familias que disfrutan de la explanada, niños que corren a sus anchas, un espacio sustancialmente diferente del de las estrechas calles que la circundan. Vi también al famoso Manneken-pis. Para quien no lo ubica, es la estatua del niño que orina, símbolo de Bruselas. Ya sabía que era feo, pero no sabía que era TAN chiquito… igual, no fue esa la gran decepción que me dieron los Belgas.

Si había algo que quería ver en Bruselas, era la Maison Tassel, obra cumbre de Víctor Horta, ícono del art decó. No sólo la encontré cerrada, sino además comprada por particulares que prohibieron el acceso al público, y aún no se sabe con qué fines fue comprada. Capaz en un año es un local de Zara, y me arrancan la escalera de madera y me la cambian por una mecánica… no puedo creer que los belgas hayan permitido tal crimen contra el patrimonio de la humanidad


Al interiordel Reino Unido

Primer destino tras Londres: Liverpool. Tras el bombardeo imponente de Big Bens me esperaba avalanchas de Lennons y MCCartneys, pero no… claro que merchandising hay, hay visitas y museos, pero se lo toman más light. Visita obligada: The Cavern Club, donde tomamos una sidra (la idea era cerveza, se veían similar). El lugar donde nació una leyenda.

Carreteamos hasta dejar Inglaterra, por supuesto que sin advertirlo casi, y entrando en Escocia.

Glasgow debe a Mackintosh su particular estilo arquitectónico, y su fama a la escuela de arte por él fundada, pero aún así no creí que la “movida mackintosh” fuera tan intensa en toda la ciudad. Es como Gaudí para Barcelona, la verdad no esperaba tanta cosa en torno a su figura. Creí que me encontraría con el orgullo escocés, whiskies y kilts, pero no… Glasgow es Glasgow, ciudad con estilo propio y también, con MUCHO merchandising.

En Edimburgo sí, encontré el orgullo escocés. El merchandising es de Escocia, jajaja! Y el castillo es un símbolo de Escocia como nación, y de la pica con los ingleses. Los escoceses me resultaron simpatiquísimos, alegres y disfrutan de hacer bromas siempre que se puede respecto a ser parte del Reino Unido. Si llegaran a independizarse, simpatizaría totalmente con su causa. Tienen su identidad propia y me parece adecuado. Además, los chistes que harían al respecto serían buenísmos!

Manchester fue un destino que tuvimos que saltearnos a la ida para llegar a tiempo, pero pudimos darnos el gusto de pasar ya volviendo al sur. Es, después de Londres, la”más ciudad” a mi entender, mezcla de antiguo victoriano y rascacielos vidriados bastante excéntricos! Visita obligada al estadio de Manchester United, lástima que nos nos dejaron entrar a la cancha…

Leicester fue el punto intermedio de Escocia a Dover, por donde cruzaríamos el canal, y visitamos un par de obras pero más bien de pasada.

Reino Unido es realmente lindo, prolijo, y los paisajes son preciosos. Los ingleses me cayeron un poco soberbios, pero no te arruinan la estadía. Los escoceses en cambio dan gusto. Tuvimos un mini invierno, aunque para ellos estaba para estar de short y musculosa, y muchos no entendían cómo dejamos nuestro país tropical para estar en su “verano”. Me encantó la visita, pero ya se me hacía necesario volver al continente, al calor y a un lugar en donde se me secara la ropa!