martes, 1 de septiembre de 2009

Berlín

No sabía qué esperar de Berlín, pero seguro, la esperaba diferente. La esperaba monumental, clásica y fría, quizás producto de su pasado imperial primero, militar después, y soviético hasta no hace tanto, al menos una parte de ella.

Berlín resultó ser una ciudad a escala humana, moderna y llena de vida. Como conclusiones, saco que evidentemente, subestimé muchísimo la destrucción sufrida en la guerra, porque de lo clásico y lo militar quedó poco y nada, y que los soviéticos estaban para solucionar los problemas de una ciudad ruinosa, no para construir a lo grande.

Siendo así las cosas, al caer el muro Berlín se transformó en una gran hoja en blanco sobre la cual proyectar, todo un desafío urbanístico. La Potsdamer Platz, que con el muro se había convertido en un baldío, es hoy un centro de oficinas y de arquitectura moderna. El Reichstag, del que sólo habían quedado los muros perimetrales, es hoy un edificio hiper moderno en el interior. Berlín se había convertido en una fuente de creación y trabajo para todos los arquitectos y urbanistas, y éstos aprovecharon la oportunidad a manos llenas. Berlín es dinámica, con mucho movimiento y aún en plena creación. No era que esperara poco de una ciudad como Berlín, pero la esperaba diferente, y la realidad, por suerte, ha superado mis expectativas.

Más allá de la realidad actual de Berlín o de cualquier impresión que pueda tener, hay que tomarse el tiempo de asimilar todos los cambios que ha sufrido. Es una ciudad con una historia única, de elegante a destruida, y manzana de la discordia de dos imperios que terminaron, de manera literal, partiéndola al medio. Hoy se habla de sectores este y oeste, pero la ciudad es claramente una sola. Tienen muy asimilada la caída del muro, la unificación, la voluntad de ser uno dentro de su Historia.

Pero por el contrario, cuando se trata de las décadas del régimen nazi, parecen no estar muy seguros de cómo manejarlo. Los símbolos nazis que se han preservado se exhiben con la esvástica semi tapada, como para no negarla pero tampoco para estar de acuerdo. El Bunker de Hitler está prácticamente escondido,salvo por tímidos carteles que no terminan de decir "¡está acá abajo!", y todo así... no han escatimado en reconocer y homenajear a las víctimas de los horrores del régimen, pero a la hora de pensar en un museo de la historia nazi....mmmm.... no sé si temen herir sensibilidades o qué, pero es sin duda una parte de su pasado que no se toca, y si bien es tapar el sol con un dedo, lo tratan como un tabú. Sabemos de qué se trata, pero no hablamos al respecto.

La gente me resultó muy amable, aunque muchos no hablen inglés no dejan de ser simpáticos, o por lo menos corteses. Está todo bien, pero digamos que tampoco sonríen más de lo necesario, son simplemente cordiales.

A nivel personal, además, Berlín es un punto de quiebre. Nicolás se volvió a Montevideo, así que también cierro en esta ciudad una etapa diferente del viaje para mí. Continúo el viaje rumbo a Austria y República Checa, ya me van quedando pocas banderitas para coleccionar...


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