Curiosamente, Hong Kong es una rara mezcla de la ciudad de Blande Runner... con Río de Janeiro. Está llena de rascacielos, puentes y autopistas altas, y a la vez es tropical, llena de vegetación, morros y con costas de aguas cristalinas.
Comer es barato, trasnportarse carísimo... y lo demás, normal. Es un mito eso de que Hong Kong es un paraíso de consumo, hay mucha oferta (y mucha cosa cheta!), pero a precios no tan convenientes. De hecho, es como una Punat del Este de Asia, es una gran ciudad pero con claro perfil de balneario, y es la ciudad de Asia con el espectro racial más amplio que he visitado hasta ahora: europeos, yankis, africanos, hindues, arabes... de todo.
Todos se lamentaban el estar acá menos de 20 horas, y yo me sorprendía porque para mí estábamos un día y medio; resultó que la inmensa mayoria de la generación se iba al mediodía de hoy, y unos poquitos rezagados (y diría afortunados) nos vamos a medianoche, asi que lo aproveché más que bien, adoptada por Meche, Damian y Silvina, ya que me quedé solita. Una lástima haber estado tan poco tiempo, daba para más.
Nos vemos en India!
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