sábado, 10 de octubre de 2009

Borgio Verezzi


Al Norte de Italia, cerca de la frontera francesa, me esperaba la familia Caro. Concretamente en Borgio Verezzi, una ciudad de unos 2 mil habitantes y que funciona como ciudad balneario, con una playa muy linda y un pueblo medieval precioso, incluso laureado como "uno de los más bellos de Europa".

Las distancias son muy pequeñas, al punto que la urbanización sobre la costa no termina y son carteles los que indican que se salió de una ciudad y se entró en otra, algo así como nuestra Ciudad de la Costa. Así, casi sin notarlo, visité Pietra Ligure, Finale Ligure, Finalborgo, Alassio, Santa Margherita y Portofino, entre otras ciudades costeras, y ciudades ya más importantes, como Savona y Génova. Me tocaron días calurosos, hasta demasiado estivos para esta época del año. Si bien no lo vi, me contaron cómo es diferente el invierno en las distintas ciudades lígures, según si están en la costa o en la montaña, aún a menos de una hora de distancia entre ellas.

Descubrí que muchas cosas en Uruguay que asumimos como "italianas" o quizás ni eso, son específicamente lígures: la pasta con pesto, la torta pascualina, y la farinata. Si no saben qué es esto último, yo tampoco lo reconocí por su nombre italiano, sino por su nombre en dialecto lígure: fainá.

Recordando viejas anécdotas de su visita a sudamérica, descubrí que algo tan artesanal y tan cotidiano para mí como son las empanadas, dejaron en ellos un recuerdo imborrable. Y yo, a mi vez, probé castañas asadas, cima (parecido a nuestro matambre) y disfruté de la temporada alta de los funghi porcini. Me queda como pendiente visitarlos en invierno, para ir a las montañas. No pueden creer que yo, como la inmensa mayoría de los uruguayos, jamás haya visto nevar.

Me fui reafirmando que los afectos perduran a pesar de las distancias y los años, y que este lazo que creó una vez el abuelo va a mantenerse. "La familia siempre unida".

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